domingo, 28 de marzo de 2010

La Queja

Desde hace varios años he escuchado los mismos comentarios. Por un lado, la conciliación es una figura muy importante en el ejercicio del derecho. Es más, muchos abogados recurren a ella y la recomiendan ampliamente a sus clientes. Un conciliador (a) tiene el poder de buscarle salida a aquellos conflictos que se veían imposibles; pero también pueden empeorar un conflicto aparentemente f'ácil de solucionar y enemistar a personas que lo único que querían era buscar una salida amistosa a un conflicto común.

La situación es más dramática en casos de familia. Los conciliadores olvidan su función y se parcializan, empiezan a aconsejar, a "sermonear" y a regañar a las partes, entre otras "perlas" Recientemente escuché de alguien la siguiente frase: "solo el que ha pasado por una mediación de familia sabe y puede enseñar el tema". No me atrevería a ser tan drástica. Existen muy buenos conciliadores (as) que no han pasado por la experiencia traumática de un divorcio volátil, o que hayan sido víctimas de violencia intrafamiliar.

Las preguntas claves serían: ¿qué tipo de preparación se le está dando a los conciliadores?, (y acá hago referencia a los conciliadores en derecho, que de acuerdo a la ley colombiana son abogados). Segundo, ¿qué lecciones hemos aprendido en las últimas década de vigencia de la conciliación? Es decir, ¿cuál ha sido la contribución de la investigación en perfeccionar una figura en la cual todo el mundo está de acuerdo que es necesaria e importante?.

Solo basta con mirar la formación que reciben los estudiantes de derecho en sus respectivas facultades. Poco o casi nada aprenden sobre técnicas de conciliación, estrategias de comunicación y escucha activa. Tampoco conocen los diferentes modelos de audiencias de conciliación, y mucho menos los protocolos para identificar y manejar casos de violencia intrafamiliar, entre otros.

En consultorio jurídico los estudiantes reciben unas cuantas horas de entrenamiento, el cual es insuficiente para el tipo de casos que van a manejar. Cuando el coordinador del consultorio identifica que el caso puede ser altamente emocional, se le pide a un psicólogo que asista a la audiencia, pero realmente no se ve el trabajo coordinado de dos profesionales de diferente áreas trabajando como equipo. Tristemente, en casos como este, se pierde la oportunidad de trabajar un modelo de co-mediación que puede beneficiar tanto al equipo de conciliadores como a las partes en conflicto. Por el contrario, el abogado asume su rol como un técnico del derecho cuyo único fin es cerciorase que el acta de conciliación cumpla los requisitos legales, pero no se fija en el aspecto humano de la conciliación, que es precisamente donde en la mayoría de los casos se encuentra la causa y la solución del mismo.

Los efectos de esta desatención y falta de interés en la conciliación son momumentales. No solo se hace más daño a las personas que se acercan a buscar una conciliación, si no que se desligitima una institución cuyos resultados han demostrado ser útiles para la sociedad.

La conciliación bien manejada tiene el potencial de ser una herramienta importante no solo para resolver conflictos fuera del escenario judicial, si no también para generar una cultura del diálogo y la resolución pacífica de conflictos. En gran medida, el éxito depende de un trabajo juicioso del conciliador (a). Es el momento que las facultades de derecho le den al tema la importancia que se merece y asignen profesionales con experiencia para le enseñanza de nuevas generaciones de abogados.

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