martes, 10 de noviembre de 2009

"Chávez y sus tambores de guerra".

La columna de Maria Elvira Samper publicada en la revista Cambio en su edición del 04 de Noviembre presenta una perspectiva interesante del conflicto Colombia-Venezuela.

04/11/09
Chávez y sus tambores de guerra


Una frontera tan caliente como la colombo-venezolana es un polvorín, y un presidente incendiario como Chávez, un verdadero peligro.

Fiel a sí mismo y preso de sus delirios mesiánicos y de su proverbial paranoia, el presidente Chávez se muestra cada día más agresivo contra el Gobierno colombiano y el Imperio, a los que acusa de organizar un complot para asesinarlo. El viejo y socorrido truco para desviar la atención de los problemas que agobian a los venezolanos: desempleo (seis de cada diez personas que pueden trabajar están desempleadas o en la economía informal), inflación (cerca del 30 por ciento), racionamientos de agua y luz, desabastecimiento de los productos de la canasta familiar, delincuencia e inseguridad desbordadas (los homicidios se han multiplicado en más de 300 por ciento desde 1999 y el cálculo es que este año terminará con un saldo cercano a 18.000 asesinatos).


En más de 10 años en el poder, Chávez ha destruido más de lo que ha construido. El aparato productivo está en ruinas: el Gobierno ha cerrado cerca de 6.500 industrias, e innumerables leyes y normas hacen muy costosa la producción; las exportaciones no-petroleras siguen a la baja y al alza las importaciones; la inversión extranjera está hoy en los mínimos históricos, Pdvsa no ha logrado recuperar el ritmo de producción anterior al paro petrolero (2002-2003) y la crisis del sector petroquímico es tal, que Venezuela se ha convertido en gran importadora de gasolina; muchas empresas se han trasladado a otros países, y zonas industriales están convertidas en cementerios improductivos o en almacenes de contenedores, y ni qué decir de la crisis de la agricultura y la ganadería.



No sorprenden los resultados del Índice de Prosperidad Legatum 2009 —del Grupo Legatum, una firma privada de inversión—, que analiza crecimiento económico, educación, salud, felicidad y calidad de vida de 104 países y evalúa las condiciones para atraer capital. Según este, Venezuela es uno de los menos prósperos del mundo: ocupa el puesto 74, por debajo de Bolivia (73) y Ecuador (71). Solo prosperan las importadoras estatales y los amigos del régimen. Y Chávez y su familia, cuyos críticos dicen que Ricardo Fernández Barrueco —el único empresario al que el mandatario le pasa al teléfono y cuyo emporio abarca transporte, agricultura, alimentos y energía— les sirve de testaferro y les ha abierto cuentas en paraísos fiscales del Caribe y Europa.



El panorama interno no es nada halagador para el caudillo. Según una reciente encuesta de Alfredo Kéller & Asociados, su popularidad viene cayendo desde 2006 —pasó de 65 por ciento a 38 por ciento— y continúa perdiendo puntos; el 54 por ciento desaprueba el modelo socialista, el 56 por ciento quiere libertad educativa, el 60 por ciento apoya la libertad de prensa, y el 78 por ciento considera que el Gobierno es corrupto.



El pueblo está pagando los platos rotos de la ruptura de relaciones con Colombia, la interrupción del comercio bilateral —en Venezuela hay entre 2,5 y tres millones de colombianos que han sido importante base del apoyo chavista—. No le gusta el sonido de los tambores de guerra que Chávez toca para distraer la atención de la catástrofe doméstica, y desaprueba la complacencia frente a las Farc, que asocian con el narcotráfico. El rechazo a la guerrilla es tan radical y masivo entre los venezolanos como en Colombia: más del 98 por ciento.


Los venezolanos no quieren guerra pero Chávez sueña con ella. Por eso creó las milicias bolivarianas y ha aumentado el gasto en Defensa (15,69 millardos entre 2000 y 2008) en detrimento de inversiones en programas sociales, energía, minas e industrias básicas. Lo justifica en la posición estratégica de Venezuela y en la necesidad de defender las reservas energéticas, pero también en el acuerdo de cooperación militar Colombia-Estados Unidos que considera una amenaza, y en el supuesto complot en su contra. Lo grave es que para la guerra no necesariamente se necesitan dos, basta con uno para que un incidente cualquiera prenda la mecha. Una frontera tan caliente como la colombo-venezolana es un polvorín, y un presidente incendiario como Chávez, un verdadero peligro. Con el pretexto de defender la soberanía podría arriesgar la vida de miles de ciudadanos.

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