viernes, 20 de febrero de 2009

Víctimas


El tema de las víctimas y cómo responder a sus necesidades es quizá uno de las principales preocupaciones para quienes trabajan en construcción de paz, justicia restaurativa y justicia transicional.
Aunque se han realizado importantes avances a nivel académico y práctico para la atención a las víctimas del conflicto armado en Colombia, aún hay mucho por hacer. Vale la pena destacar los comentarios en los medios de comunicación a raíz de las reciente liberación de los secuestrados de la FARC, a quienes se les deslegitima sus declaraciones alegando que sufren del síndrome del Estocolmo. Estas manifestaciones constituyen una doble victimización para la víctima, esta vez por la sociedad que debería acogerla.

Varios académicos se han manifestado enérgicamente al respecto. En esta entrega se presenta una respuesta de la profesora Martha Nubia Abello de la Universidad Nacional en el cual critica el papel de los medios, los políticos y la academia.


LOS EXSECUESTRADOS: DE VICTIMAS A TRAUMATIZADOS

El grado de polarización social y de intolerancia que caracterizan a la sociedad colombiana ha tenido una de sus más claras expresiones en el tipo y contenido de las reacciones que frente a las declaraciones de los dos ex - secuestrados Alan Jara y Sigifredo López, han mostrado muchas personas, entre ellas, las del medio periodístico y lo más preocupante algunas del ámbito académico. Las críticas que los dos formularon al gobierno, su férreo rechazo a las salidas armadas y su insistencia por el diálogo y los acuerdos humanitarios, dichas además con consistencia y desde luego con la vehemencia y la emoción propias de los momentos post liberación, han sido objeto no solo de graves insultos, que abundan en los blogs, en los comentarios públicos de senadores de la república y en las preguntas suspicaces y mordaces de algunos periodistas.

Estas respuestas no extrañan en un país polarizado, que ha empobrecido la discusión y que conocedor de la fragilidad de las bases sobre las que se construyen la "seguridad" y el "orden" impuesto e imperante, teme a la pluralidad, a la oposición y a la crítica. Pero si sorprende que dichas expresiones vengan de la academia, espacio que está llamado justamente a complejizar la discusión y a contribuir a ampliar el pensamiento y a cuestionar las posturas acotadas que reducen el mundo a un asunto de bandos enfrentados, de buenos y malos, de terroristas y patriotas, de sanos y de enfermos.

Apoyar la tesis según la cual, las declaraciones y argumentos expuestos de los ex secuestrados, responden simple y llanamente a las consecuencias traumáticas de su cautiverio (Síndrome de Estocolmo, euforia, confusión), descalificarlas y sugerir "exámenes clínicos" previos a su exposición pública, no solo representa un riesgo, en la medida en que contribuye a fortalecer los estigmas y los estereotipos que sobre ellos se han cernido, sino que esgrime un argumento a todas luces cuestionable en términos "académicos" si se quiere. Estas posturas, dan cuenta de una vieja escuela, que por lo visto persiste en el medio. Una escuela que generaliza y homogeniza las respuesta humanas frente a la adversidad, que prescribe a priori síntomas y signos y lo más condenable que le niega a las víctimas el derecho a la voz y a la opinión por considerarlas patológicas, incapaces de autonomía y competencia para expresarse y hacerlo coherentemente.

Las calificaciones y diagnósticos apresurados, además de faltos de rigor y por lo mismo de ética, representan una nueva afrenta para las víctimas, constituyen una nueva vulneración, en tanto éstas son desconocidas como interlocutoras válidas. Es indudable que la práctica abominable del secuestro es una situación traumática que dejará su huella en quienes fueron cautivos y en sus familias, pero en ningún caso, sus víctimas carecen de capacidad para reflexionar, opinar y proponer. Recordemos que tal vez lo único que no puede arrebatar la violencia es el derecho a pensar y a ser competentes por sí mismos, a menos que sean las víctimas y no la academia quienes decidan lo contrario.

Martha Nubia Bello

Trabajadora Social

Profesora Universidad Nacional de Colombia

No hay comentarios.: